En las últimas décadas, el avance de la economía de plataforma ha transformado de manera radical no solo los modos de producción y consumo, sino también las estructuras sociales y políticas que tradicionalmente enmarcaban la vida en común. Empresas como Google, Amazon, Meta, Uber o Coursera (plataforma de cursos gratuitos creada por profesores de Stanford en 2012) están asumiendo funciones que, históricamente, fueron consideradas responsabilidades indelegables del Estado: educación, salud, cultura, comunicación y empleo. Esta nueva centralidad de actores privados reconfigura las relaciones de poder, redefine la ciudadanía y plantea interrogantes urgentes sobre el rol del Estado en la era digital.
1. El desplazamiento de funciones públicas hacia plataformas privadas
Educación
Empresas como Google, Microsoft y Coursera ofrecen miles de cursos gratuitos o pagos accesibles desde cualquier parte del mundo. La “Google Career Certificates” es un ejemplo paradigmático: programas formativos que no solo capacitan a los usuarios, sino que también los certifican sin pasar por instituciones educativas tradicionales. Esto plantea una doble tensión: por un lado, democratización del acceso al conocimiento; por el otro, privatización de los criterios de validez educativa, sin supervisión estatal.
«La capacidad de las plataformas para establecer estándares educativos sin regulación plantea la pregunta de quién define lo que debe enseñarse y con qué propósito.» (Williamson, 2017)
Salud
Apps como MySugr, Ada, Babylon Health o incluso las funciones de salud en dispositivos de Apple y Samsung se han convertido en asistentes sanitarios cotidianos. Muchas ofrecen seguimiento de enfermedades crónicas, recomendaciones médicas y diagnósticos preliminares mediante inteligencia artificial. En algunos países, como Reino Unido, el sistema público de salud ha tercerizado funciones diagnósticas a estas plataformas.
«La desintermediación médica por parte de plataformas plantea riesgos en términos de equidad, seguridad y control de datos personales» (Sharon, 2020).
Cultura
YouTube, Spotify, TikTok y otras plataformas se han convertido en mediadoras casi absolutas de la experiencia cultural. Más que espacios de difusión, son algoritmos de prescripción. El Estado ha perdido su papel de curador, promotor o garante de diversidad cultural.
«El problema no es solo la comercialización de la cultura, sino la opacidad algorítmica que determina qué voces se visibilizan y cuáles se silencian.» (Couldry y Mejias, 2019)
Comunicación
WhatsApp, Facebook, Instagram y otras redes sociales han sustituido a las telecomunicaciones tradicionales y a veces incluso a los medios de comunicación estatales. Esto pone en manos privadas funciones básicas de la esfera pública y plantea problemas serios de soberanía comunicacional.
Trabajo
Uber, Rappi, Upwork y otras han fragmentado y reconfigurado el empleo. El Estado ha perdido capacidad para regular condiciones laborales, garantizar derechos y definir qué es un trabajo formal. Las plataformas, al redefinir unilateralmente las reglas del juego, desdibujan categorías legales fundamentales. «El trabajo en plataformas escapa a las regulaciones laborales clásicas, operando en una “zona gris” jurídica donde los derechos de los trabajadores son difusos.» (De Stefano, 2016)
2. Reformular el Estado en la era de la plataforma
Frente a este proceso de “desposesión funcional”, es urgente repensar el rol del Estado. Algunas propuestas clave para una reformulación crítica y proactiva:
A. Estado Algorítmico y Regulador
El Estado debe recuperar su capacidad regulatoria en el campo digital, exigiendo transparencia algorítmica, auditabilidad y responsabilidad. Esto implica nuevas formas de fiscalización pública sobre las plataformas, no solo en términos económicos, sino también éticos y culturales.
Ejemplo: La Ley de Servicios Digitales de la UE (DSA) y la Ley de Mercados Digitales (DMA) avanzan en esta dirección al exigir a las plataformas criterios de responsabilidad pública.
B. Estado Productor de Infraestructura Digital Pública
Así como en el siglo XX el Estado garantizó agua, electricidad y educación básica, hoy debería producir infraestructura digital pública: plataformas educativas propias, redes sociales soberanas, sistemas de salud digital estatales, nubes públicas como la elaborada por los trabajadores de ARSAT, etc.
Propuesta: Una “Wikipedia del Estado” para educación o una app pública de salud interoperable, como en Estonia o Uruguay.
C. Nuevas formas de Ciudadanía Digital
El Estado debe promover una ciudadanía activa y consciente del entorno digital. Esto requiere educación crítica sobre algoritmos, derechos digitales y propiedad de los datos. Es la única forma de evitar la dependencia acrítica de plataformas privadas.
“El analfabetismo algorítmico es la nueva forma de exclusión del siglo XXI.” (Eubanks, 2018)
D. Marco Fiscal y de Redistribución
Las grandes plataformas evaden sistemas tributarios nacionales mediante esquemas de elusión fiscal global. Es necesario crear sistemas impositivos globales, como el impuesto mínimo corporativo que impulsa la OCDE (marco regulatorio del mercado común europeo), y garantizar que estas empresas contribuyan al sostenimiento del bien común.
Conclusión
Estamos frente a una transformación profunda del contrato social. Las empresas de plataforma no solo intermedian servicios, sino que ocupan posiciones estructurales antes reservadas al Estado. Frente a este desplazamiento, el Estado no debe resignarse ni retroceder, sino transformarse en un actor digital con agencia, capacidad regulatoria y sentido ético. Reformular el Estado no es un lujo académico, sino una urgencia democrática.
Material elaborado por el equipo de Nuevas Tecnologías FOETRA